Cada año, decenas de miles de hembras de antílope tibetano, o 'chiru', migran desde sus zonas de alimentación y apareamiento de invierno a sus zonas de alumbramiento de verano, en lo alto de la meseta tibetana, antes de regresar con sus crías. Es una hazaña monumental de resistencia y un viaje lleno de peligros. Los lobos tibetanos siguen cada uno de sus movimientos, y el clima puede cambiar en un instante.