¿Os habéis planteado alguna vez cuál es el origen de las grandes ciudades? Su ubicación y comunicación son sus claves. Visitaremos tierras de profunda historia romana, e incluso con un enorme valor tras la reconquista, pero que con el paso de los años perderían relevancia tras las nuevas vías de comunicación. Sin embargo, donde lumbre hubo, ceniza queda y, por ello, ha sido posible recuperar costumbres ancestrales, como es la elaboración de vino casero, elevándolo a festividad y momento de reunión familiar en pueblos que reclaman seguir vivos. Junto al vino se encuentra el pan y, para elaborarlo, la región dispone de modernos e históricos molinos de hasta 500 años en donde hoy se suman las fuerzas de elaboradores de los más variados productos de alimentación. Son auténticos guardianes del territorio que solo buscan incentivar la experiencia del consumo de productos de kilómetro 0, y que, revisando su historia, recuperan variedades de trigo que saben vencer las malas hierbas sin ningún tipo de intervención. Empeños familiares son los que hacen sobrevivir empresas artesanas íntimamente ligadas al mundo del vino, como es la elaboración de botas de vino, a las que han sabido dar una vuelta de tuerca para llegar a la modernidad. Y como suele ser, el trabajo tiene sus recompensas, como es el de la recuperación de una variedad que abre el abanico gustativo de los vinos y de la que aún queda por determinar cuál será la mejor forma de elaboración. Qué gran cosa que no haya desaparecido y además esté garantizada su supervivencia. Brindo por ello.